La investigadora Dolores Delgado rememora en un estudio el hallazgo en 1933 de la necrópolis guanche de Uchova, en el municipio tinerfeño de San Miguel de Abona, el mayor yacimiento funerario indígena jamás hallado, con más de medio centenar de cuerpos, y que fue saqueado hasta su total destrucción.
(...) En los primeros días tras su hallazgo el director de la Escuela de Bellas Artes, Pedro Suárez, realizó un valioso dibujo de la cueva y de cómo estaban colocados los cuerpos, unos en una especie de repisas naturales y otros en lechos acondicionados, si bien sólo un par de días después, cuando se sacaron las primeras fotos del lugar, "casi la mayoría de los restos ya estaban revueltos".
Entre los cuerpos allí depositados se encontraron seis con señales de momificación y al fondo de la cueva varios adultos, entre ellos una mujer y un niño, del que "después de las desafortunadas visitas sólo quedaron unas costillas".
Algunos restos aún conservaban sus envolturas de piel, descansando sobre troncos de sabina de grandes dimensiones, se midieron los esqueletos y se obtuvieron registros de entre 1,75 y 1,90 metros, según Luis Diego Cuscoy.
El estudio de esta cueva funeraria revela las particularidades de los ritos mortuorios aborígenes que hasta entonces se desconocían, como la colocación de los cadáveres y el acondicionamiento de sus lecho (...)
(...) En los primeros días tras su hallazgo el director de la Escuela de Bellas Artes, Pedro Suárez, realizó un valioso dibujo de la cueva y de cómo estaban colocados los cuerpos, unos en una especie de repisas naturales y otros en lechos acondicionados, si bien sólo un par de días después, cuando se sacaron las primeras fotos del lugar, "casi la mayoría de los restos ya estaban revueltos".
Entre los cuerpos allí depositados se encontraron seis con señales de momificación y al fondo de la cueva varios adultos, entre ellos una mujer y un niño, del que "después de las desafortunadas visitas sólo quedaron unas costillas".
Algunos restos aún conservaban sus envolturas de piel, descansando sobre troncos de sabina de grandes dimensiones, se midieron los esqueletos y se obtuvieron registros de entre 1,75 y 1,90 metros, según Luis Diego Cuscoy.
El estudio de esta cueva funeraria revela las particularidades de los ritos mortuorios aborígenes que hasta entonces se desconocían, como la colocación de los cadáveres y el acondicionamiento de sus lecho (...)
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