Allí dentro, el silencio tiene algo de solemnidad. No en vano, no todos los días se tiene la oportunidad de contemplar la historia, de tocarla casi con los dedos. Mientras una decena de arqueólogos y estudiantes se afanan en dejar al descubierto la zona con una precisión milimétrica, desde lo alto de un muro los visitantes autorizados contemplan el primer hospital de San Martín, la iglesia del Sagrario y la plaza de los Álamos, los edificios que crecieron junto a la catedral a fines del siglo XV, cuando todavía los españoles luchaban con los aborígenes canarios y se preparaban para conquistar América. La visita se desarrolla en apenas 600 metros cuadrados y la hora de explicación se pasa en un suspiro, pero es suficiente para empezar a imaginarse cómo era la sociedad de la época. Como afirma el arqueólogo José Guillén, éramos un tierra de frontera, una puerta entre África y Europa. Y como tal, se explica que un 54% de la población de entonces fuera esclavos africanos, pero que también hubiera aborígenes, sevillanos, genoveses, portugueses... (Javier Darriba)
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