En 1884, F. Barker Webb remitió un escrito al Ayuntamiento de La Orotava con el que se devolvían (...) dos bastones de mando (...) tallados, con penoso trabajo sin más instrumento que una piedra aguda, o sea la obsidiana del Teide.
En la primera mitad del siglo XX continúa la producción de trabajos antropológicos aunque con pequeñas modificaciones en el método antropométrico, aplicándolas tanto sobre los restos óseos como en la población canaria viva. Así, E. A. Hooton estudió, en 1925, parte del material óseo humano recuperado en el siglo anterior en la ladera de Martiánez.
En los años cuarenta se creó la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas en Santa Cruz de Tenerife. Este hecho hizo que se iniciaran una serie de trabajos arqueológicos que dieron como resultado la publicación, en 1947, de dos hallazgos en La Orotava: uno, en el Barranco del Pinito, conocido como Cuevas de Bencomo y otro en el Barranco de la Arena. En el primer caso se trata de dos cuevas de habitación que se identificaron como pertenecientes al mencey Bencomo; en el segundo caso se trata de una cueva funeraria en la que se hallaron diversos restos óseos humanos que se encontraban en muy mal estado de conservación.
En la segunda mitad del siglo XX destacan los trabajos de L. Diego Cuscoy. En las cumbres del valle de La Orotava, a casi 2000 metros de altura sobre el nivel del mar este investigador llevó a cabo una serie de trabajos arqueológicos en el yacimiento funerario de Roque Blanco. En este yacimiento se encontraron restos óseos humanos en muy buen estado de conservación y depositados en diferentes momentos. Los que se interpretaron como los más modernos presentaban signos de momificación; el ajuar estaba compuesto principalmente por cuentas de barro cocido .
La investigación antropológica de la segunda mitad del siglo en la isla de Tenerife va a estar encabezada por los trabajos de I. Schwidezky. En su estudio La Población Prehispánica de las Islas Canarias incluyó 107 cráneos procedentes de La Orotava, de los cuales, 72 pertenecían al sexo masculino y 32 al sexo femenino. En este estudio, la autora planteó la penetración en las islas de dos grupos humanos: uno de características más primitivas y con un bagaje cultural pobre, el cromagnon, y otro más reciente, el mediterráneo, con elementos tecnoculturales más evolucionados , estando los primeros muy representados en el Norte de Tenerife.
En esos momentos, el interés por el estudio de los materiales antropológicos se había ampliado al campo de la paleopatología y otras disciplinas como la paleodieta. Así, destaca el trabajo de Fr. J. Mathiensen quién analizó el contenido intestinal de una momia guanche infantil procedente del yacimiento de Roque Blanco con el objetivo de determinar posibles restos alimenticios y su identificación. El estudio reveló la presencia de granos de cebada, semillas de pino y harina de rizomas de helechos en descomposición.
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