27 de enero de 2007

De nuevo, Arturo

Y perdonad que me repita en tan breve espacio, de tiempo y de blog, pero es lo que tiene ser Arturo Pérez Reverte, que no te deja impasible, aunque sólo sea para anudarte en la garganta todas las palabras que necesitaste cuando quisiste decir todo aquello que sentiste y nunca pudiste, para hacerte parar otra vez y contemplar lo que te rodea, para intentar enseñar, de nuevo, que las palabras son lo que eres.

Nadie dijo que fuera fácil, en Patente de Corso, 21 de enero de 2007. Texto completo aquí

Todo el mérito es tuyo; tienes mi palabra de honor. Quizá el botín de tan larga campaña –y lo que te queda todavía– no sea lo dorado y brillante que uno espera cuando la inicia, a los doce o trece años, con los ojos fascinados de quien se dispone a la aventura. Pero es un botín, es tuyo, es lo que hay, y es, te lo aseguro, mucho más de lo que la mayor parte de quienes te rodean obtendrán en su miserable y satisfecha vida. Tú has abordado naves más allá de Orión, recuerda. Tienes la mirada de los cien metros, esa que siempre te hará diferente hasta el final. Fuiste, vas, irás, esos cien metros más lejos que los otros; y durante la carrera, hasta que suene el disparo que le ponga fin, habrás sido tú y habrás sido libre, en vez de quedarte de rodillas, cómoda y estúpida, aguardando.

Ahora sabes que todo merece la pena. La larga travesía por ese mundo de méritos numéricos y ausencia de reconocimiento, donde te viste obligada a arrastrar contigo al niño de papá, al tonto del haba, al inútil carne de matadero, con tal de llevar a buen término el trabajo para el que te bastabas en solitario. Has crecido y sabes que las oportunidades no estaban en los otros, sino en ti. Que no había nada malo en aquella chica tímida que se llevaba libros a las horas libres de tutoría; que buscaba la mirada de los profesores inteligentes, no para hacerles la pelota, sino por sentirse cómplice y no estar sola. La jovencita que sobrecargaba la mochila con El guardián entre el centeno o El señor de los anillos, que en la excursión del cole a Madrid prefería ver el Planetario, el Prado o el Reina Sofía a dejarse la garganta en el parque de atracciones. Que se enfrentaba a la hostilidad de compañeros cretinos porque era la única que había leído las Sonatas de Valle-Inclán o sabía quién era Wilkie Collins. Ahora que miras hacia atrás con madurez, comprendes que cada vez que alguien ninguneó tu forma de ser, te insultó, te miró por encima del hombro, no hizo sino precipitar tu aprendizaje y tu lucidez. Tu certeza de ser mejor, más despierta y diferente.

Imagen: propiedad del autor ( Julio González/ En Capitán Alatriste)

3 comentarios:

La juglaresa dijo...

¡Hola! Soy Eardilen, del Poney Pisador. Resulta que el otro día andaba mirando yo un hilo en el foro del Poney cuando me di cuenta de que tenías blog. Y aquí estoy ;).

No sé si recordarás que te dije que desde pequeña me ha atraído la historia, y especialmente la arqueología. Así que no te extrañe que a partir de ahora siga de cerca tu blog ^^.

Respecto a la patente de corso de Pérez-Reverte... Había leído varias, y esta es la que más me ha gustado. Yo también soy esa chica que sobrecarga la mochila del instituto con El Señor de los Anillos o con cualquier libro que pille, soy esa chica que busca la mirada de los profesores inteligentes, soy esa chica que prefiere el Prado al Parque de Atracciones, soy esa chica que cuando sea mujer (y ahora también) se indignará y entristecerá viendo lo huecas que están las cabezas de mis compañeros humanos. O por lo menos, me siento como esa chica.

¡Namárië!

Elena Pérez dijo...

Hola Eardilen
Qué alegría verte por aquí; estás invitada a pasarte siempre que quieras. Un besazo de una parroquiana más xDDD

Unknown dijo...

Chapó por tí. El momento no ha sido tarde ni pronto, sólo el que precisaste para así entenderlo.