3 de octubre de 2006

Relato: Sin Título

Durante varios años la Señorita Lidia, maestra de EGB, nos mandaba a escribir una redacción sobre el verano y nuestras vacaciones. Cada septiembre, yo me esforzaba en anotar y describir los detalles de aquellos tres meses y pico que vivía en la caseta del puerto del pueblo de mi madre. Jamás olvidaba enumerar todas y cada una de las piedras de colores, pulidas por el oleaje, que recogía de la arena de la playa; las medusas que cuidaba en un cubo amarillo de plástico, que era de mi primo y al que, por supuesto, no se lo devolvía en todo el verano.

La Señorita Lidia se reía. Se divertía con mis días y pico de vacaciones.

-Con sus plumas y patas- me decía siempre.

Este año también hice la redacción. Pero este año, ya no tuve tantos y pico días de vacaciones. Además, en vez de casetas había apartamentos largos y estrechos hacia el cielo; la arena y las piedras de colores habían desaparecido y en su lugar, un polvillo amarillo y pegajoso, recorría la pequeña franja de costa del puerto del pueblo de mi madre. Había medusas, eso sí, a millones.

Ayer fui al cementerio. Al llegar al nicho segundo de la primera fila empezando por la izquierda, la he encontrado. He ido sin flores, pero he llevado una pequeña cuartilla doblada por la mitad y la he introducido por la abertura de la bisagra de la puerta de cristal, que protege la lápida de la Señorita Lidia.

Seguro que anda riéndose de las vacaciones en el puerto del pueblo de mi madre, de los días y pico, patas y plumas, que pasé recordando mis redacciones sobre el verano y que nos mandaba a escribir, como cada septiembre.

© Elena Pérez

Imagen: Mar Viva

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